Datos personales

Mi foto
Somos un grupo de personas, (dando voz a un selecto grupo) los cuales inspirados en los personajes más grandes de nuestra historia, vamos a externar opiniones de este presente que duele, pero que estamos seguros puede mejorar. El objetivo general lo dice el nombre de nuestro blog: CONSPIRAR. Pero será una conspiración del siglo XXI, una conspiración que no se geste en la oscuridad ni bajo el secreto necesario. Lejos de mantener nuestro trabajo oculto, estará visible ante todo el mundo, al alcance de un clic. Daremos un sentido positivo a nuestra conspiración, porque esa es la única manera de poder cambiar; proponer y no sólo quejarse. De ese objetivo general se irán desprendiendo varios objetivos específicos, entre los cuales el hilo conductor será un vigoroso amor a la historia.

miércoles, 29 de febrero de 2012

De los múltiples usos y nobles utilidades de la Historia

                                                                                                   @BerthaHistoria

Esta vez el querido Benito Juárez arroja el guante con malicia: me plantea una pregunta, una provocación que, a estas alturas del partido, ya ha dado para escribir libros, sostener abigarrados alegatos y protagonizar estridentes agarrones: ¿para qué sirve la historia? Incluso, podría llevarse la pregunta insidiosa hasta el extremo de plantearnos como problema si, efectivamente, la Historia sirve de algo.
Pocas disciplinas del conocimiento  han sido objeto de tantas ambiciones y complots como ha ocurrido con la Historia. Ello habla de su noble naturaleza: ha servido a los propósitos más torcidos y perversos de la especie humana, pero también a los anhelos de algunos nuestros mejores  congéneres.
Esa dúctil y noble naturaleza ha propiciado cualquier cantidad de polémicas en torno a los usos y utilidades de la investigación sobre el pasado para conocerlo mejor, que en términos muy elementales, es de lo que se trata la Historia. No es de extrañar que, todavía, en algunos seminarios de posgrado, se arme una batahola cuando algún canijo, con ánimos de inocente anarquismo, se atreva a soltar la granada en medio del gallinero y afirme: “al fin y al cabo, la Historia no es una ciencia”. Entonces habrá que sacar las sales, pues no falta alguno que se desmaye de la impresión; habrá que guardar cuanto objeto haya que pueda servir como arma punzocortante o contundente, pues habrá algún otro que se sienta ofendido y quiera retar a duelo al provocador y escarbarle la masa encefálica en cumplido desquite. No están para saberlo, pero alguna vez tuve que llamar a la paz y a la concordia, casi a empujones, antes de que una enfurecida historiadora arremetiera a bofetadas contra un colega que se había atrevido a soltar la herejía de marras.
El intentar dilucidar qué es eso de la Historia es el paso previo para determinar para qué sirve. Si entendemos que la historia es esa actividad, analítica y sistematizada, que pretende indagar sobre los acontecimientos del pasado y ofrecer explicaciones sobre ellos, entenderemos, muy probablemente, porqué algunos le atribuyen algunas utilidades muy concretas; otros niegan que sirva para maldita la cosa, y algunos más piensan que sin la historia seríamos una especie ínfima, miserable y sin raíces. Yo comparto la primera y la tercera actitudes con respecto a la historia.
¿Para qué, pues, sirve la historia? Para muchas cosas, “buenas” y “malas”, torcidas o derechas, limitadas o grandiosas. Ensayemos una respuesta pragmática: si soy un político, del partido que sea, y tengo un conocimiento más o menos sólido del pasado, podré generar, para mi discurso proselitista, una serie de recursos que me darán solidez como personaje público; llevarán agua a mi molino, porque podré impresionar al respetable con mis conocimientos exactos y rigurosos, y hasta podré ningunear a mi contrincante electoral porque es un ignorante. Nada malo para una tarde de campaña.
Pero si soy un reportero, “saber historia”, así de amplio e indefinido, podría evitar que caiga en las trampas o en los discursos retóricos de un político que sabe o que al menos aparenta saber del pasado de la comunidad en la que se mueve; me permitirá ubicar en un contexto adecuado al desvergonzado candidato que se proclama descendiente ideológico de Benito Juárez, de José María Morelos o de Lázaro Cárdenas, o me permitirá desenmascarar al bocón que jura que si el bueno de don Benito viviera, sería de filiación panista. Para que vean qué útil puede ser que un periodista conozca del pasado. En el último de los casos, no sólo beneficia al reportero en cuestión, sino a nosotros, sus vict… digo, a sus amables lectores. A veces es el desconocimiento del pasado el que nos permite leer perlas brutales en los informativos de todo pelaje.
Sería ingenuo pensar que el manejo del conocimiento histórico, en cualquier ámbito, es inocente. Pero entre eso, y afirmar que todo lo que nos han enseñado en diversas instituciones de educación, desde la más elemental hasta la más elevada, es una perversa conspiración para mantenernos en la oscuridad y la ignorancia, hay un enorme trecho. Ciertamente, puede haber, y las hay, “perversas” conspiraciones para hacer uso político de la historia, centradas usualmente en la que llamamos “historia política”, pero ni son tan ocultas que no las advirtamos –nada más hay que leer los periódicos- ni son tan abundantes como algunos recelosos creen ver. Es más, ni siquiera son tan “perversas”: se explican por ese concepto movedizo que nos regaló Marx sin el andamiaje terminado: ideología.
Hacer como que no existen estos usos de la historia política no los hará desaparecer. Un conocimiento de ese mismo pasado, más amplio y más riguroso, puede servir muy bien de vacuna contra las manipulaciones, y dejaremos por ignorante al pequeño estratega. Por eso es importante, de manera adecuada a cada segmento social, procurar y trabajar una buena difusión del saber que, a la fecha, investigadores rigurosos y sólidos, han producido. Como escribió Luis González, hacer historia para los ancianitos, para los niños, para las amas de casa. Que ese “para qué” de la Historia rebase el ámbito de la vida política y se interne y dote de nuevas texturas a ese mundo entrañable que es el de nuestro propio devenir personal.
Porque aquí entra esa otra actitud ante la Historia, que enriquece la existencia del género humano. El desarrollo de diversas líneas de investigación del quehacer académico muestra que hay mucho, mucho más que la “historia política”, ya bastante raspada por los siglos, por las polémicas y por las batallas de acusaciones cruzadas, donde siempre se queda atrapada y descalificada. Algunas clasificaciones muy amplias, como en su momento fue la “historia de las mentalidades”, o la historia económica, o la historia cultural, o la historia de la vida cotidiana, sirven para designar a un trabajo de investigación cuyas aportaciones son tan valiosas como las de su hermana más longeva; que nos permiten saber porqué nos comportamos como nos comportamos; por qué nos vestimos como nos vestimos, porqué nos enamoramos como nos enamoramos, porqué comemos lo que comemos.  Con las huellas que se rescatan del pasado, gracias al ejercicio estas vertientes temáticas, adoptadas por muchos y profesionales historiadores, podemos explicar nuestras costumbres, nuestros miedos, nuestros duelos y nuestros odios.
Desde que Herodoto se  aplicó a la escritura de los Nueve Libros de la Historia,  enunció el propósito que, hasta la fecha, a muchos nos habla no solamente de las motivaciones del buen señor, sino del impulso vital de la vida colectiva: no permitir que los hechos relevantes del pasado se desvanezcan en el vértigo de los días y los años.
Como algo hemos aportado a través de los siglos, “relevantes” ya no solamente quiere decir “grandiosos”; y ahora ya es muy claro que el “para qué” de la Historia tampoco está en el beneficio de conocer “muchos datos” o sabernos de memoria la línea del tiempo. Está en la forma en que recuperamos las enseñanzas del pasado y las hacemos parte de nuestra vida, para hacer frente a candidatos, periodistas, escritores y “desmitificadores” profesionales.  Está en la forma en que amamos nuestra comunidad, en la manera de generar conocimiento y en el modo de proteger a nuestros niños.
Recuperamos el pasado para que no se pierda la memoria de los grandes y pequeños días que hemos vivido; conservamos la relación de los hechos, públicos y privados, para que no olvidemos, porque olvidar, es también, caer en el desamparo de la ignorancia de nosotros mismos.

martes, 28 de febrero de 2012

DETRÁS DE LAS FECHAS: LA VERDADERA HISTORIA

Por Natalia Arroyo Tafolla
Si la nariz de Cleopatra hubiera sido
más pequeña, hubiera cambiado el rumbo
 de la faz de la tierra.  
  B.PASCAL
Trasladémonos al pasado. Caminemos varios siglos atrás. Atravesemos atentados y avances tecnológicos; saltemos las guerras mundiales y las crisis económicas; brinquemos las revoluciones y las independencias; los inventos y las construcciones; los presidentes y los reyes; la pintura, la escultura y todas las bellas artes; los grandes pensadores, filósofos y científicos. ¿Con qué nos encontramos? Con todo un conjunto de procesos que forman la Historia, con mayúscula.
La Historia no es que alguien me diga que Roma cayó en el año 476; o que los espartanos comían cerdo, sangre y vinagre; tampoco significa conocer el nombre de las dinastías de la antigua China. No se necesita ser un erudito en la Historia para saberlo, sólo se necesita de una enciclopedia, una computadora o incluso un teléfono celular. No hay que preguntarnos sólo el “cuándo”, sino el “por qué”. A las fechas no hay que verlas como números, pues detrás de ellas se esconden rostros, motivos y causas.
La Historia no se determina por hechos, sino por las circunstancias que dieron pie a dichos hechos, es decir, los procesos que los generan. Los acontecimientos se entrelazan y fungen como detonantes para que se origine algo más, algo que afecte en otra parte del mundo.
¿Qué quiero decir con esto? Ejemplifico: en el siglo XVI, Lutero fue la piedra en el zapato de la Iglesia; sin embargo, con la colonización del continente americano, ésta encontró todo un nuevo territorio de naturales para evangelizar -al menos ese fue el pretexto que se utilizó para justificar-. Qué momento tan oportuno para sumar miles de nuevos seguidores a una institución en crisis y que iba en picada.
¿Qué fue lo que vivió la emperatriz Carlota para terminar sus últimos años hundida en la locura? O ¿Por qué durante el Porfiriato se construyeron tantos edificios estilo francés? Detrás de ello, hay toda una corriente ideológica, no nada más porque se veían bonitos.
Y absteniéndome de emitir cualquier juicio de valor, ¿cuál fue el detonante que provocó a Hitler tal sentimiento de nacionalismo extremo? ¿A dónde se remonta la verdadera causa del genocidio? No se despertó un día, se sentó en su escritorio y se dijo: “Hoy comienzo a ser antisemita y lo experimentaré en contra de seis millones de judíos”.
Para encontrar la verdadera utilidad de la Historia no hay que verla únicamente en retrospectiva, sino en proyección. Y esas “cosas del pasado” -como definen los niños a la Historia- no se deben subestimar, pues son las que logran que nos codeemos, hoy 2012, con  personajes de hace varios años, con situaciones de hace siglos, con sitios de hace milenios. Y principalmente entendamos los procesos históricos sin resentimientos sociales sino tal y como fueron.
Lo que  debemos buscar en la Historia, es al hombre vivo bajo el polvo de los archivos, en el silencio de las bibliotecas o en un impactante museo. Y sacudámonos también esa definición de que la Historia es “la ciencia del pasado”, queda muy corta, además de inverosímil. Tampoco aceptemos -al igual que Napoleón- a la Historia como una “sencilla fábula que todos hemos aceptado”, al contrario, investiguemos y no hay que fiarnos de cualquier interpretación carente de fuentes, la Historia es para destilar esos rumores establecidos.
Agradezco a “los conspiradores” por su invitación a este espacio donde nos comunicamos con los muertos…sin ser espiritistas. 

@nach1010

lunes, 27 de febrero de 2012

LA HISTORIA QUE NO SIRVE PARA NADA


Juan Miguel Zunzunegui

La historia no sirve para nada…, no por lo menos como se explica en México. Por un lado se enseña de forma dogmática y en un estilo más ortodoxo y hasta inquisitorial que la religión…, y cuando la historia no sirve para generar pensamiento crítico, es del todo inútil. También dicen que estudiar el pasado sirve para no repetir errores en el futuro…, pero cuando lo que se enseña dogmáticamente son mitos, es imposible corregir el futuro con esa base. Finalmente el mayor problema: se nos ha enseñado en México que tenemos una historia gloriosa…, y si todo ha sido perfecto y glorioso, pues no hay errores de los cuales aprender.
Claro que si todo esto fuese verdad, si México tuviera un pasado glorioso, y entendiéramos que la historia se basa en causa y efecto, tendríamos claro que un pasado glorioso sólo podría causar un presente glorioso, y que por lo tanto el presente jodido en que vivimos, sólo puede entenderse si asumimos que el pasado ha sido bastante devastador.
Pero nos encanta vivir del mito. El mexicano se sueña a sí mismo: fiesteros, confiados, amistosos, anfitriones de primera, con valores familiares, unidos, trabajadores, solidarios, ingeniosos…, son unos pocos de tantos mitos que nos encanta repetir sobre nosotros mismos aunque ninguna sea verdad. Negarlo, además, nos convierte en antipatriotas. Cuando Octavio Paz escribió el Laberinto de la Soledad, hubo quien le dijo que era una elegante mentada de madre para el mexicano. Ese libro que le dio fama mundial y que colaboró con su Nobel de Literatura, es muy poco leído en México porque dice cosas muy feas de nosotros.
Aquí preferimos la versión de Chava Flores que decía: “Sólo puede hablar de México quien lo conoce, pero sólo DEBE hablar de México quien lo ama”. Claro, bajo el concepto de que el amor es ciego, se pretende que quien ama a nuestro país sólo dirá cosas hermosas de él, supongo que aunque para ello deba de mentir o padecer del Síndrome del ciego que no quería ver; es decir, la ceguera selectiva. Esa “historia” no sirve para nada.
Al mexicano le encanta vivir en el pasado, tal vez derivado de que nuestro futuro nunca tiene buenas expectativas. Nos encanta repetir aquello de que tenemos un pasado glorioso, y nos soltamos hablando de los mayas, los aztecas y demás culturas mesoamericanas, y nunca reflexionamos en que ninguno de ellos es mexicano, por más que la historia posrevolucionaria se empeñe en dejarnos en estatus de azteca conquistado, y nos tenga en el eterno conflicto de identidad en que vivimos…, esa es la historia que no sirve para nada.
Seguramente si fuimos una sociedad con grandes valores familiares y muy trabajadores y muy buenos anfitriones y creativos y todo lo demás. Pero lo dejamos hace como treinta años aunque nos empecinemos en que lo somos aún. Nos encanta además compararnos con el gringo y hablar de nuestros grandes valores cuando somos un país donde 2 de cada 3 matrimonios terminan en divorcio y donde hay de los mayores índices de violencia intrafamiliar. ¿De cuál valor familiar hablamos?, ¿del machismo?
Golpes, drogas, divorcios, embarazos a los 14 años, violencia activa y pasiva, pederastia a todos los niveles. ¡Qué grandes valores sociales! El que no tranza no avanza, buen valor; al que madruga Dios lo arruga, que laboriosidad; al que agandalla Dios lo acompaña, que honestidad; quedó hecho a la mexicana, que creatividad; pero sigo siendo el rey, que respeto a la mujer; pobre pero honrado, que culto a la pobreza y vilipendio a la riqueza.
Si fuéramos todo lo que decimos que somos seríamos una potencia mundial, y no lo somos. Claro que ante ese argumento nos escudamos en la teoría del complot: el árbitro, los jueces, los ricos, el capitalismo, la globalización, el gobierno, Salinas de Gortari, los gringos, los gachupines, los extranjeros, los vendepatrias…, cualquiera sirve como culpable ficticio que justifique nuestra caída realidad y nos haga poder seguir viviendo en el mito de nosotros mismos. Ese es el juego del mexicano. Me recuerda al filósofo Hegel, quien decía: “Si la realidad no se adapta a mi teoría, peor para la realidad…, esa es la historia que no sirve para nada.
El mexicano es individualista, por eso gana en box y no en futbol, triunfa en clavados pero no tiene deportes de conjunto; el mexicano es desconfiado y considera malinchismo todo gusto por lo extranjero. Seguimos instalados en el mito en vez de confiar en la ciencia: clavamos un cuchillo en el pasto en vez de consultar al meteorológico, le pedimos trabajo a la virgencita en vez de a un reclutador; dejamos nuestro futuro en manos de Dios en vez de en las nuestras; le pedimos pareja a un santo en vez de esmerarnos en merecerla, nos quejamos de pobreza, pero millones de personas dejan de trabajar más de un mes para visitar a la “virgencita”; no hay dinero, pero pueblos enteros gastan ahorro de un año en una fiesta o en vestir a un niño Dios, en vez de invertirlo.
En nuestro nefasto juego de máscaras nos hundimos en el pasado, con un ancla enorme y una más grande venda en los ojos. Un México que vive del mito de sí mismo y donde tenemos que reafirmar nuestra identidad de forma agresiva gritando: ¡Viva México Cabrones!
Somos tan fiesteros que gastamos lo que no tenemos, vivimos de fiesta y en ebriedad para evadir la realidad, desconfiados de conocidos y extraños, anfitriones de doble cara que recibimos de gran sonrisa al gringo con sus dólares mientras pensamos ¡pinche gringo!, tan ingeniosos que nos sobran recursos para transar, trabajadores a menos que la virgencita o un santo requieran de nuestra fiestera holgazanería, con valores familiares de 10 de mayo y valores patrios de 15 de septiembre.
Mirar al pasado ayuda a comprender la vida, pero sólo voltear al futuro ayuda a vivirla. Como el adicto de cualquier tipo, el primer paso para solucionar un problema es aceptar que se tiene. El mexicano puede aceptar que estamos como estamos porque somos como somos, o vivir en la fantasía de que somos lo máximo aunque el mundo entero demuestre lo contrario como parte de un complot mundial contra el país. La primera versión de la historia nos ofrece un futuro…, la que se enseña en general hasta el día de hoy, es absolutamente inútil y sólo nos hundirá más en el pasado.

                                                                                              @JMZunzu

domingo, 26 de febrero de 2012

La importancia de la historia -El ignorante de la historia -

Antes de entrar en detalle, ¿qué se entiende por historia?

La historia es el conjunto de sucesos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o nación. Esta definición de la RAE como bien se aprecia engloba muchos campos, entonces, ¿por qué se desvirtúa?
Somos lo que somos gracias a un pasado lleno de acontecimientos, dignos o no del recuerdo y mención, pero hechos que por su consecuencia nos han ido dejando huellas para ir puliéndonos hasta hoy.

Como hemos llegado a un siglo XXI en el que el pensamiento, “me da igual, eso es cosa del pasado”, o “a mí que me importa si yo no lo he vivido”. El ejemplo de España es lastimoso, triste y vergonzoso. Si me avergüenzo de la situación a la que mi país, una tierra con una herencia histórica que ya quisieran muchos, en la que disponemos de información desde las culturas prerromanas, pasando por roma, las invasiones “bárbaras”, los siglos musulmanes, el inicio de los reinos cristianos, la reconquista que algunos quieren tachar de tal, el nacimiento de España como nación, el auge imperial, colonialismo, decadencia y “muerte”, porque la guerra civil fue la muerte de nuestra nación.

Seamos serios, todos estos hechos deben ser recordados. Es triste que me encuentre compatriotas que ni siquiera saben quién es Juan de Austria, que no me creo que no estudiaran, y encima me pregunten que si soy de Austria, o que poca gente sepa que el imperio romano tuvo tres emperadores nacidos en Hispania, grandes emperadores como Trajano, Adriano o Teodosio. Que se conozca la “armada invencible” mofándose de aquellos hombres, jactándose de su “inutilidad”, idos a tomar viento! Y leer, porque deberías recordar hechos como la defensa contra la flota de Drake o la del almirante Vernon que fue humillado por un medio hombre que le faltaba brazo, pierna y ojo, curtido en mil batallas por defender lo que hoy conocéis por España y que se llamaba Blas de Lezo.

Parece que España solo existe desde la guerra civil, la última, pero no la única como creen muchos, ya que las guerras carlistas también fueron guerras entre hermanos, con un aire romántico y en un siglo de cambios como fue el XIX pero civiles y como tal destructivas. Parece que en España desde la democracia solo hay recuerdo para rememorar figuras del 1936 al 1939. Pues no amigos, también debemos recordar a los valientes de la guerra contra el “pequeño cabo” francés, Napoleón. Y los realistas que alejados de la madre patria lucharon por defenderla en las Américas y tantos otros de tantos siglos. Me hace gracia como un pueblo como el belga en su senado tiene  obras de reyes españoles y aquí hay gente que no sabe ni que esas tierras fueron un nuestras.

Sensatez, lectura y cultura, empezando por las cabezas del estado que solo se preocupan en mantener el poder, independientemente de sus ideas y mejoremos el recuerdo por una historia de la que yo me enorgullezco, que nos dio muchas alegrías y que ha demostrado a lo largo de los siglos que el pueblo español es duro, valiente y capaz de lo mejor con pocos o ningún recurso…Pensando en el pasado se corrigen los errores del presente que se siguen cometiendo por su desconocimiento.

Dejemos de lado tanta política corrupta como hay en el mundo y pensemos más que un país culto y rico en historia vale más, mucho más y que así se llegará mucho más lejos.
La historia no es el pasado, cada día de tu vida ya forma parte de la historia, siéntela, disfrútala y vívela.

Atentamente suyos, @DonJuanDAustria

sábado, 25 de febrero de 2012

La importancia de la historia, vista desde mi aula

Tras un breve ajuste de fechas, comparto con ustedes una entrada más en este loable espacio, el cual me honro compartir con mentes generosas y brillantes.

Hoy corresponde hablar de la importancia de la historia, partiendo del cuestionamiento: ¿para qué sirve?

Yo partiría a la inversa: ¿para qué no nos sirve la historia?

Todos conocemos la premisa, muy acertada por cierto, que nos dice que: “el que no conoce su historia está condenado a repetirla.”

Tal premisa, podría indicar el por qué, de los infortunios de esta nación llamada México.

Los mexicanos, en su gran mayoría, no conocen su historia. La poca que conocen está distorsionada, llena de mitos dañinos, cubierta excesivamente de bronce y redactada con la misión de darnos héroes y villanos, sin margen a tener un punto medio.

Al no conocer bien nuestra historia, ignoramos en qué hemos fallado como nación, como sociedad y como pueblo, estaremos eternamente condenados a seguir sólo aspirando a salir de un bache que cada vez absorbe a más generaciones.

Pero, ¿hay culpables de esta problemática? ¿Podemos apuntar y señalar a alguien y cargarle toda la culpa de las cosas (como acostumbramos hacer en México)? Considero que “los culpables” son muchos, pero en esta entrada me gustaría enfocarme a nuestro Sistema Educativo Actual.

La enseñanza de la historia a nivel primaria y secundaria ha cambiado poco. Se le medio enseña al niño los aspectos “básicos” sobre nuestra historia, se le satura con nombres y fechas, y lo peor es que se les alecciona a los niños a realizar festivales carentes de sentido subjetivo y tan desapegados a la realidad histórica que son dignos de un episodio de Los Simpson.

Siempre me ha molestado excesivamente que en secundaria se le dé más importancia a la materia de inglés (tres años), mientras que historia de México solo se imparta en tercero. Y, si a eso le sumamos que en dicho ciclo escolar el alumno está expuesto a la versión oficial de la historia y a la pésima interpretación de muchos maestros, tenemos como resultado una generación más de mexicanos que desconocen realmente la historia nacional.

Dicha generación es promovida al bachillerato, donde la historia de México sólo aparece en un semestre, y para muchos alumnos es una materia más, que se pasa de noche.

Nuestra historia merece ser dignificada en las escuelas, merece ser reescrita y dársela a los estudiantes mexicanos como algo que sustente y cuente lo que realmente ocurrió. Merece ser enseñada evitando que el alumno la vea como algo tedioso, aburrido y sufrido. Con sus claroscuros, sus momentos vergonzosos y sus momentos de gloria (muy escasos), pero merece ser contada como realmente sucedió. Tal vez así, forjemos una verdadera identidad nacional y podamos comprender nuestra mexicanidad.

Para ello el gobierno debe revalorizar dicha asignatura, replantear su importancia. El grave problema es que dudo firmemente que nuestro gobierno tenga la más mínima intención de que la sociedad mexicana conozco su historia como realmente sucedió. La ignorancia seguirá siendo el mayor motor para que México no evolucione y de ese salto que muchos hemos soñado desde el siglo XIX, permitiendo así el continuo enriquecimiento de una clase política que se sirve de nuestra indiferencia e ignorancia.

Afortunadamente, me alegra leer que cada vez más mexicanos se interesan por su historia. Twitter es una prueba de que los mexicanos están ávidos de que se les cuente su historia. No dé en balde cuentas como @DonPorfirioDiaz acaricia los 100,000 seguidores y sus secciones son tan gustadas. @DonHernanCortes, con sus ya casi 5,000 seguidores, tweet a tweet muestra la realidad de un personaje al que poco a poco nos acostumbra a llamarle “padre” y nos invita a mirar con ojos de orgullo a la Nueva España. Y qué decir del “seductor de la Patria” Su Alteza Serenísima @GralALSantaAnna que nos dice que no fue tan malo y vende patrias como lo enseñan mis colegas maestros.

Otro gran placer es ver una tremenda explosión de cuentas históricas en twitter, las cuales tratan de poner su parte en esta enorme labor de comprobar la importancia de la historia. 

Y reafirma mi teoría el ver que día a día cuentas como @BerthaHistoria y @JMZunzu tienen una mayor penetración en los usuarios de twitter. Divulgando nuestra historia y contándola como debe ser.

Por ellos, como siempre en mis entradas, a pesar del panorama negro que hay por delante, albergo una esperanza en que nuestra historia y su utilidad sean reivindicadas. Sé que hay esperanza, todo reside en que la sociedad se preocupe y se ocupe.

Muchas gracias por leer a este viejo liberal, sé que he estado un poco ausente pero en la medida de las cosas trato de no abandonarlos, pronto estaré de regreso con toda la normalidad de tiempos. Y recuerden que… todo aquel que tenga el honor de disponer de una pluma, de una tribuna o de una cátedra, tiene la obligación de consultar la salud de la sociedad en que vive.




@DonJustoSierra

jueves, 23 de febrero de 2012

"El cobarde asesinato de Juan Luyado"




                                                                                     

Yo lo vi todo. Yo estuve ahí. Yo fui quien vengó a mi amigo, aquél que fuera traidoramente asesinado por un cobarde yanqui al que le había perdonado la vida. Era mi compadre, casi mi hermano. Un hombre casado y con hijos, que se vio reflejado en la cara de aquel riflero a quien salvó de la muerte y quien le dio las gracias metiéndole una bala en la espalda.


            Pero, camaradas, les contaré cómo estuvo la historia. Aún no rayaba el día y los clarines nos sobresaltaron con el alegre sonido de la Diana. Digo sobresaltaron porque muchos de nuestros hombres no habían siquiera dormido, ya fuera por la ansiedad que les causaba la seguridad del próximo combate o porque el hambre, sumado a la falta de rancho, no les había permitido caer en los brazos de Morfeo.
           
            Salí de mi tienda y aún medio dormido caminé entre el helado y frío clima de la madrugada del desierto que se abría entre San Luis Potosí y el Saltillo. Anduve durante algunos minutos hasta que me topé con la tienda de mi entrañable amigo, el Comandante de Escuadrón del Regimiento de Húsares de los Supremos Poderes, Juan Luyando, a quien encontré aun vistiéndose y el cual me saludó efusivamente, preguntándome qué tal había pasado la noche. Era él alto, ya que casi alcanzaba los seis pies ingleses, una estatura aproximadamente igual a la mía. A decir de los ayudantes, lo único que nos diferenciaba es que él tenía el pelo castaño y el mío era negro: de ahí en fuera, éramos casi idénticos, pues teníamos la piel de un tono moreno claro, aunque un poco tostado luego de las dos semanas de marchar por el desierto desde San Luis. Pero estos pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de dos Presídiales, con quienes nos tomamos unos tragos de aguardiente y enseguida nos dispusimos a trabajar.
           
Nos alejamos entonces del Parque General y al voltear hacia las cumbres que frente a nuestro campamento se levantaban, pude divisar algunas luces de fogata, señal inequívoca de que los americanos se hallaban en alerta ante cualquier eventualidad de nuestra parte. Nos dirigimos hacia la tienda de mi General Santa Ana y éste nos recibió con alegría, recordándonos que aquél debía ser un gran día para la Patria.
         
-“Yo le prometo, mi General Presidente, traerle una bandera americana para que la ponga en su colección en Palacio”- dijo Juan con orgullo y a lo que mi General contestó con su estentórea voz un -“Ya lo creo, ¿no Torres?”- dirigido hacia mí, que fue tomado a modo de despedida pues entró mi General Don Antonio Carona seguido por su Estado Mayor para discutir con el Presidente los lugares donde se emplazaría nuestra artillería en vista de la batalla.

            Después nos fuimos hacia donde se hallaban estacionadas nuestras tropas y tras llamar a filas y hacer los conteos, nos reportamos listos para el combate, al igual que el resto del ejército. En ese entonces yo tenía a mi mando uno de los dos escuadrones con que contaba el desaparecido Regimiento Auxiliar de las Villas del Norte y del que, a pesar de mi edad, era Coronel. Se nos formó en el ala izquierda de la línea de batalla del ejército mexicano que entró en acción aquél día 23 de febrero de 1847 en el Puerto de La Angostura, sobre el camino carretero al Saltillo.
            
La batalla empezó poco después de las seis campanadas. La Brigada Ligera de mi General Pedro Ampudia comenzó a desalojar a los americanos que se hallaban al pie del cerro que habían ganado nuestros Cuerpos Ligeros el día anterior. Al mismo tiempo, en el centro, dos columnas formadas por dos divisiones se lanzaron sobre las posiciones más fuertes del centro de los norteamericanos. Por la izquierda, en el camino, avanzaba la columna de mi General Don Manuel María Lombardini, por la derecha la de mi General Don Ángel Guzmán y en el centro una columna de reserva de mi padrino, el General Don Anastasio Parrodi.            
           
Juan y yo no veíamos el momento en que se nos ordenara atacar a los yanquis, pues nuestros dragones y bridones veían la batalla en toda la línea y nos desesperábamos de estar inmóviles, perdiéndonos toda la diversión que seguramente estarían aprovechando nuestros infantes.
            
Entonces llegó un ayudante de Santa Ana hasta donde estaba mi General Don Anastasio Torrejón, el mejor comandante de caballería de toda la República. La orden era rodear el cerro de nuestra izquierda y, en el momento que la infantería rompiera momentáneamente la línea invasora, meter una cuña de caballería, por donde se pudiera abrir camino hasta la Hacienda de Buena Vista, donde el enemigo tenía su Parque General. 
          
Así pues, nos lanzamos al trote con el nerviosismo de que los cañones enemigos nos destrozarían antes de poder siquiera completar la parte pasiva de nuestra misión. Pero llegamos sanos al punto donde se nos había ordenado esperar y nos mantuvimos inmóviles algunos minutos, hasta que vimos como dos pelotones del 3er Ligero llegaban en medio de los tiros hasta los cañones enemigos y desalojaban a bayonetazos a los sirvientes de las piezas, llevándose dos de ellas a toda carrera hacia nuestro campo, donde fueron recibidas con entusiasmo.
            
En ese momento toda la línea enemiga flaqueó un instante y mi General Torrejón, hábil como el viento, tomó en sus manos la bandera de la Caballería de Tamaulipas, y como un guion soberbio nos gritó, sable en mano: “¡¡Síganme!!”,  y nos lanzamos a toda brida hacia las líneas enemigas, a las que llegamos lanza en ristre y desbaratamos a filo de sable, que enrojecimos de sangre enemiga hasta la empuñadura.

            Al mismo tiempo, el escuadrón de los Húsares de Juan cargó con tal brío que el Regimiento de Rifleros del Mississippi, que llegaba para rechazarnos, fue envuelto por los jinetes mexicanos y comenzó la masacre; reconocí a los americanos por sus largos rifles, sus galones y su bandera con su estrella alba en campo azul y su árbol sobre el fondo blanco, que ya había visto yo en Monterrey el año pasado. 

                                                                              
 
            Enseguida me llamó la atención que Juan derribara de su caballo a un riflero, golpeándolo con el fuste de su lanza. El americano cayó entonces de rodillas, lloriqueando lastimeramente para que Luyando no lo atravesara de parte a parte. Juan debió reflejarse en aquél rostro, quizá el de un hombre católico con esposa e hijos, puesto que yo vi como el yanqui sacaba de entre sus ropas un rosario, y el Comandante cabalgó delante de él, tratando de alcanzar a su escuadrón, que se había adelantado en persecución de los otros dragones americanos.  Sin embargo, una detonación me hizo volver el rostro hacia donde segundos antes estaban mi amigo y el americano. La escena me dejó en choque: el riflero había tirado el rosario y ahora empuñaba su arma, aún humeante; sin duda acababa de disparar. Delante de él, Juan cayó lentamente de su caballo, herido a traición, por la espalda, como el precio a pagar por respetar una vida enemiga.
            
Entonces una rabia profunda se apoderó de mí. La furia y cólera más fuertes que el ser humano ha de sentir hicieron que, ciego de ira, picara espuelas hacia donde el yanqui se encontraba aún arrodillado. Al sentirme cerca, volteó por donde yo me acercaba e intentó levantarse para recibirme con la bayoneta. Pero fui más rápido y lo atravesé sin piedad con mi lanza, rompiéndola de la fuerza con que la llevaba sujeta a mi coraza, teniendo entonces que tirar de la espada para acuchillar a los demás americanos que se amontonaron a mi alrededor, tratando de vengar a su traidor compinche. Llegó entonces un piquete del Fijo de México, bajo las órdenes de mi difunto compadre Don Vicente Oroños, el cual desalojó a los americanos de mis cercanías.
            
Cuando se tranquilizó la situación y entre la lluvia de balas de la batalla me acerqué, con lágrimas en los ojos, al cuerpo inerte de mi espigado compañero. Al desmontar, me di cuenta de porqué le había disparado el yanqui: Juan llevaba entre sus manos la bandera del Regimiento de Rifleros, la que había levantado del campo como trofeo. Posiblemente estaría pensando cómo presentarse frente a mi General Santa Ana cuando regresáramos a nuestro campamento y le entregara la bandera capturada, momento que el americano aprovechó para tomar su rifle y dispararle como un cobarde, por la espalda.
            
Subí, con ayuda de dos infantes, el cuerpo de Juan a mi caballo y tomé luego su lanza y la bandera americana, y tras enviar un mensaje al Mayor Joaquín Gamboa de que se hiciera cargo de mi escuadrón, volví espuelas y regresé a toda brida a campo amigo. Al llegar, Santa Ana miró un tiempo, con ojos tristes, el cuerpo de Juan, sin preguntar de quién se trataba, pues ambos sabíamos que era el Comandante Luyando. Sin embargo, quedó pasmado cuando dejé caer ante él la bandera capturada de los Rifleros del Mississippi redondeándole, antes de regresar a la batalla, una frase que jamás en mi vida olvidaré.... 
-“Mi General Presidente, Juan prometió traerle una bandera americana. Señor, aquí la tiene usted....”  
                                                                                                                    

miércoles, 22 de febrero de 2012

¿Para qué sirve la historia?

Siendo el día 23 de febrero del año del Señor de dos mil y doce, ante vosotros me presento para exponer brevemente este tema que pongo a vuestra gentil y, en algunos casos, erudita consideración:

¿Para qué sirve la historia? 

Bueno, seguro muchos de vosotros os habéis preguntado en algún momento de vuestra larga o corta vida, ¿Y a mi que coño me interesa que un tío en 1778 dijo algo, o mato a otro, o peleo con el general fulano? 
O seguro habéis disfrutado las, en su mayoría, aburridas clases de historia que cuando críos habéis escuchado y que van desde el clásico: “Y en 1492, Cristobal Colon, al mando de las tres carabelas (que al parecer una ni era carabela) descubrió América” y sus similares fechas y datos que al parecer de nada os servirán a futuro, señaladas por un maestro muchas veces aburrido, sin motivaciones y que por lo tanto no transmite interés a sus alumnos y que os pide trabajos que sacáis de wikipedia en “copiar y pegar” de ojos.
Pero esa, amados hijos míos, no es la verdadera historia, y os voy a compartir mi visión especial, con la que espero poder mostrar la importancia que tiene conocer lo que paso antes en nuestro país y en el mundo, ya que de nada sirve conocer un montón de nombres, batallones, leyes, asesinatos, nacimientos, alianzas, planes y levantamientos. 
No, la historia no es un montón de muertos y de datos sin sentido aislados y sin relación entre ellos, la historia es lo que nos hace entender por que estamos de tal forma, o por que existen ciertas ideologías (buenas o malas) o la razón del avance o atraso de determinado pueblo, nación o cultura.
Mediante la enseñanza de la historia, se puede, en el peor de los escenarios, moldear mentes a gusto del régimen o grupo en el poder, y en un aspecto positivo, se puede generar una cultura de pertenencia y formar un solido vinculo que guíe al progreso.
¿Cómo? ¿No creéis en lo que os escribe mi secretario mientras yo bebo vino y le dicto? 
Vamos, mirad a vuestro al rededor de manera un poco imparcial y decidme honradamente si no con la “enseñanza” de la historia se han formado las siguientes malas ideas:
  1. México es un pueblo conquistado (cuando es fusión de muchas culturas).
  2. Muchos os creéis hijos de Cuauhtémoc (Y claramente la poca sangre “pura” indígena que queda esta aislada en pueblos en la mas absoluta miseria).
  3. El pensar en México como nación antes del Virreinato (cuando solo eran un montón de pueblos aislados, y muchas veces peleando entre si, por lo que eran diferentes naciones en realidad).
  4. El virreinato fue lo peor que pudo pasarle a México (sin embargo, a pesar de sus defectos, sentó las bases para la nación que es ahora).
  5. La independencia la hicieron los mexicanos (curiosamente los protagonistas eran en su mayoría criollos, es decir hijos de españoles)
Y así podría seguir enumerando, pero no os quiero aburrir. Creo que podéis comenzar a vislumbrar la idea a la que me refiero. Imaginad si desde críos no os enseñaran “somos un pueblo conquistado” sino:
“México es el producto de un encuentro de diversas civilizaciones, grandes e importantes, por el lado de América, tenemos grandes guerreros como los mexicas y sabios como los mayas, pero por otro lado tenemos a la corona de Castilla que tiene una importante historia que se puede remontar a sus peleas con la dominación árabe en la península o a su relación con Roma al ser Hispania una de sus provincias.”
¿Y saben qué es lo más divertido? Que el párrafo anterior es absolutamente cierto, pero por alguna razón parece que os agrada más eso de “soy el descendiente de un pueblo conquistado y oprimido, y por tanto yo sufro”. Me parece muy raro, es como si alguien os dijera toda la vida “sois unos perdedores” y os gustara, vamos, hasta os molestara cuando alguien señalara que no lo sois.
La historia tiene gran utilidad, como podéis ver, pero además de lo que os acabo de decir, también sirve para conocer nuestros errores como nación y ver en que hemos fallado, para no volver a caer en lo mismo. Es como la vida de una persona, necesitas entender tus fallas para no volver a hacer lo mismo, aunque pocos aprenden esa lección.
Si no entendemos las causas (pero las verdaderas, no las historias oficiales de siempre) no entenderemos porque hemos llegado a un momento histórico en el que México parece estancado en debates ya superados, y rehén de grupos de poder corruptos. Y ahí es donde vuelve la historia, no creo que seáis tan inocentes en pensar que los grupos o los problemas nacen de un día a otro, todo tiene una causa y para entenderla nos remontamos a la historia, así que para ser claro ahí os va otro ejemplo:
PROBLEMA:
El sindicalismo actual en México es corrupto y poderoso.
CAUSAS HISTÓRICAS:
  • México era un país poco industrializado en el siglo XIX.
  • El porfiriato buscó remediar eso mediante el establecimiento de industria.
  • Los empresarios no trataban del todo bien a los obreros (en México y en el mundo).
  • Por lo anterior, a nivel internacional hubo movimientos a favor de los derechos laborales
  • Los derechos laborales fueron una bandera de la revolución.
  • Un sindicato es una forma de proteger a los trabajadores (o eso se supone y hay un mundo paralelo donde si funciona así).
  • Para evitar otra revolución que usara la misma bandera laboralista, se permitieron los sindicatos.
  • Los gobiernos revolucionarios buscaron controlar los sindicatos incorporándolos al partido gobernante, ya que eran un factor de poder importante.
  • El partido revolucionario perdió poder a finales del siglo XX y por tanto aumentó el poder de los sindicatos que se independizaron de “papa gobierno / partido” y tienen a su favor una legislación que fomenta la corrupción en ellos.

¿Entendéis la importancia de conocer la historia? Pensad que esto que os he puesto de ejemplo y esbozado brevemente, se puede aplicar a cualquier problema nacional o situación actual, vamos, que nada viene de generación espontánea.
Cuando empecemos a valorar nuestra historia, a cuidarla, a investigarla y a difundirla quizá podremos avanzar un poco como país.
Pero seguid pensando que sois un pueblo dominado y sufrido, que como ven ha servido de maravilla los últimos dos siglos. 

@donhernancortes

lunes, 20 de febrero de 2012

HAGAMOS HISTORIA


La historia de Mexico es maravillosa, interesante, apasionante, hermosa, y podría seguir con más calificativos, pero, bien sabemos que no a todos los mexicanos les interesa la historia de su país, ya que suena más atractivo gastar en un taco que en un libro en un país de pobres.

Cuántas veces hemos escuchado o dicho cosas como: ¿Para qué quiero aprender historia ? o ¡ La historia es aburrida! No hay qué negar que la "HISTORIA OFICIAL" sí es un tanto aburrida, pues se limita a hablarnos de los héroes de bronce, inmaculados y casi convertidos en dioses ( Yo soy un ejemplo de eso) pero al salirnos del caduco oficialismo, nos encontramos con una historia de México diferente, que nos intriga y nos hace recordar que los grandes héroes también son personas, con grandes virtudes, pero también con enormes defectos y no sólo rostros que aparecen en los billetes o nombres de calles importantes.

México es el país que se ha tropezado más de una vez con la misma piedra, y esque basta con abrir un libro de historia para encontrarnos con una imagen de nuestro pasado repitiendose en nuestro presente. La guerra entre hermanos, la falta de unidad nacional y la ambición por el poder no son cosas nuevas, pues siempre han estado aquí destruyendo la esperanza de vivir en un país justo.

Los mexicanos se conforman con "saber" que Miguel Hidalgo es el padre de la patria y que Santa Anna vendió la mitad del territorio nacional, no les interesa saber más, les basta salir a llenarse de alcohol, tronar "cuetes" y corear el ¡Viva Mexico! del Presidente en turno (Aunque a diario le recuerden a su mamá por no hacer bien su trabajo) el 15 de Septiembre, porque ese día todos somos buenos mexicanos y amamos a nuestro país...

La historia nos habla de quiénes fuimos, quiénes somos y nos ayuda a saber quiénes seremos, pues en la hisrtoria tenemos la mejor herramienta para aprender de los errores del pasado y no cometerlos de nuevo. También la historia nos regala ése sentimiento nacionalista que nos hace sentirnos orgullosos del suelo en el que nacimos, nos enseña a cuidarlo y respetarlo, pero lo más importante, nos enseña a amar a México.

Yo no sé mucho de muchas cosas, pero sí sé que es importante conocer la historia de tu país, por eso, yo los invito a leer, descubrir las maravillas de la historia y a compartir lo que sea que ustedes sepan, porque conociendo nuestro pasado podemos forjar un mejor futuro...

@DonBnitoJuarez


sábado, 11 de febrero de 2012

Quiero ser político…¿Cómo le hago?

Clase política…en este ecléctico país le damos este nombre al puñado de emanados de un partido político (en muchos casos) y que ahora ostenta un cargo público o en su defecto una posición dentro del organigrama de la institución en la cual milita.
Muchos empiezan desde abajo: aquellos reclutados por el maestro en la universidad abusando de su idealismo que a lo largo del camino se corrompe debido a que el ideal no da de comer, sin embargo el pertenecer al partido si.
Otros llegan de agrupaciones populares dedicadas a exigir en la calle demandas básicas del grupo social que representa en su mayoría comerciantes, campesinos, vecinos de un asentamiento irregular entre muchos otros. Aquellos son atraídos a los partidos mediante el gancho: “ tu apóyanos y nosotros te apoyamos” y después de probar las delicias del poder se enmiela y se enraízan en la institución.
Otro modo de introducción a la clase política y ya en decadencia en estos últimos sexenios en mediante la “grilla” dentro de los sindicatos los cuales como Usted apreciado lector sabe conformaban la maquinaria política durante los comicios, el “voto duro”, como ya había comentado esta casi extinguido este modo de escalar pero aún hay reductos de poder sindical en las paraestatales tales como PEMEX  y la otrora LUZ y FUERZA del Centro y últimamente han demostrado sus últimos coletazos de influencia en el ente político nacional.
La otra manera de pertenecer a la susodicha es haber nacido en ella, este tipo de introducción a la ya nombrada es el mas peligroso, da paso a la oligarquía que explicado y resumido es: atropellos para los otros sujetos que aspiran pertenecer a este selecto grupo mediante prácticas como el nepotismo o el famoso “aviador” o el apadrinazgo que si bien no les une un lazo sanguíneo es un vínculo irrompible en este país, casi siempre es el modo de cerrar una alianza.
En otros tiempos costaba un poco mas acceder a la clase política era mas mediante logros destacado o excepcionales en el campo de batalla o siendo parte de la naciente clase intelectual (ahora ya mermada). Se tenía ex militares con galones otorgados en tiempos turbulentos que si bien nunca pisaron el  Heroico Colegio Militar era bien dicho decirle General esto se fue degenerando a ya bien entrado el siglo 20, el grado ficticio se le otorgaba a los cuates como en el caso del Generalísimo “Negro” Durazo muy amigo del Presidente en turno.
Al político antes se le respetaba dado que emanaba de la localidad, el Doctor, el Abogado, el General ya habían hecho dentro de su profesión un bien a la población y esta lo veía como un ejemplo, alguien digno a ser gobernante. Ahora se habla de “carrera política” que para mi entender es nunca haber probado la dicha de ser un ciudadano a pie es siempre haber tenido la dicha de tener un sueldo o gratificación expedida gracias al erario público goce de un cargo público o armando un templete para el candidato haciendo pininos para un puesto si este llega vencedor en las elecciones.
Ahora el que pertenece a la clase política trae consigo un bote de alcohol en gel para después de dar tantas manos en el templete muy difícil lo veremos comiendo un taco de arroz con huevo, mas bien lo suyo es salir con su familia en una revista de contenido “socialite”o llevando al meeting  uno de los hijos con  zapatos deportivos de diseñador. Esto aparte de ser una afrenta al electorado es un indicador para muchos que la clase política mexicana ha llegado a un estado de confort, a un punto tope el mismo al cual llegaron los romanos cuando se veía rodeada la metrópoli con innumerables hordas bárbaras.
Las corruptelas y ultrajes al gobernado ha llegado a escalas calculables al salir a la calle y escuchar el descontento generalizado uno se da cuenta: ya no mas políticos, ya no mas vividores, ya no mas…
Agradezco la invitación de Don Beni a participar en este estimado y culto blog.

Por Heclops.

viernes, 10 de febrero de 2012

La ineficiente clase política y el pasivo pueblo mexicano.

La aceptación de la opresión por parte del oprimido acaba por ser complicidad; la cobardía es un consentimiento; existe solidaridad y participación vergonzosa entre el
gobierno que hace el mal y el pueblo que lo deja hacer.

Víctor Hugo

Viviendo en ésta clase tal vez mi opinión puede ser un poco parcial, aun que no por ello serán mentiras la que a continuación les voy a contar…

Sé que muchos lo sospechan, algunos otros lo saben y la mayoría están seguros que la clase política nunca nos hemos preocupado en primera instancia por el pueblo. Nosotros usualmente no somos de origen humilde ni carente de estabilidad, por lo cual no estamos enterados con precisión de cómo es que vive el pueblo, o cómo es que sobrevive, por ello nuestra prioridad al dedicarnos a la política no es ocuparnos de ustedes, sino tener más y más poder.

Ahí tienen a Hidalgo, usó su posición como cura para alentar a un grupo considerable de gente para levantarse en armas por ideales que sólo le convenían a él y aun grupo muy selecto de personas. O mi mismo esposo Antonio López de Santa Anna, quien jamás fue congruente con sus “ideales políticos” (si es que alguna vez os tuvo) un día era liberal y a las pocas horas decidía apoyar a los conservadores. De él si les puedo hablar más, Antonio era un hombre inmensamente preocupado por la opinión pública, quería tener su aprobación y simpatía. Todo lo hacía para obtener el reconocimiento que, según él, merecía. Poco le importaba hacer buena política. Y tuvo la fortuna de contar con gente que lo creyó indispensable durante mucho tiempo. No voy a negar que era un hombre de carácter, un hombre fuerte y decidido, pero no era el más apto para comandar un país en estas condiciones.

Entonces, con los dos ejemplos anteriores se logra ver que desde los inicios, cuando comenzábamos a ser un país independiente las personas en el poder, la clase política, nunca estuvo interesada en el pueblo, y eran personas carentes de visión para crear un proyecto viable para comandar a la naciente Nación.

Ahora bien, es cierto, antes las personas eran ignorantes, muy fácilmente manipulables, sólo les interesaba un techo para dormir y comida para vivir, su necesidad era mucha al igual que su ingenuidad. Creían en cualquier mequetrefe que les prometiera techo y alimento seguro… Entonces, por esas razones se puede justificar que no exigieran lo que les correspondía como personas, como seres humanos, pero ¿Y ustedes ciudadanos del siglo XXI?
Ustedes tienen ahora el derecho y obligación de estudiar, de ir a la escuela a cultivarse, tienen acceso a bibliotecas públicas, internet en las escuelas (que no sé que sea pero al parecer tienen la información que deseen o necesiten al alcance de un clic), libros de texto gratuitos, libertad de poder leer el periódico que elijan, de escuchar en la radio al periodista que más los convenza o con quien compartan su opinión… Y aún así, con todo ese material para crear una opinión, para ser críticos, para exigir, ¡No lo hacen! ¡Siguen igual de pasivos que los mexicanos de hace más de 150 años!

Los políticos actuales no están lo suficientemente preparados para dirigir un municipio, un estado, una delegación, una secretaría, o alguna institución, sin contar claro, su nulo interés por las necesidades de la ciudadanía.

La clase política está inmersa en la más profunda corrupción.

Un político ideal es aquél que desde joven se interesa por los problemas de su comunidad y ese interés despierta en él el deseo de pertenecer a algún grupo político para tener más facilidades de hacer algo al respecto. El político ideal debe ir subiendo peldaño a peldaño para obtener una posición cada vez más importante y con mayor responsabilidad, para adquirir experiencia y así poder desempeñar su función de una manera adecuada. Y entonces, cuando éste tenga la experiencia y los conocimientos suficientes es cuando va a poder aspirar a tener el cargo más importante, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, es decir, el Presidente de la Nación.

Sin embargo esto pocas veces o nunca se cumple, los políticos de ahora (hasta hace algunos años) se designaban a “dedazo”, recurriendo al nepotismo, llegando a acuerdos para conservar cargos a cambio de simpatizantes o silencio.

Así como están las cosas hoy en día, ¿Se imaginan lo corrupto que debe ser alguien para llegar a ser Presidente de la República? ¿A cuántos sucios acuerdos tuvo que haber llegado? ¿A cuánta gente tuvo que haber pisoteado?

Los exhorto a ser más partícipes de las decisiones que se toman en su México, y no me refiero a que salgan a marchar y cerrar calles o que organicen una revolución, ninguna de las dos es viable ni han funcionado jamás. Simplemente cumplan con sus deberes y exijan sus derechos. Participen, votar es la única manera de hacerles saber que están haciendo bien o mal las cosas. Denuncien, si notan alguna irregularidad o abuso ya sea en sus trabajos, escuelas, instituciones.

Basta de silencio, porque el silencio es la manera en la que les hacemos saber a los gobernantes que, o estamos de acuerdo o no somos lo suficientemente valientes como para enfrentarlos.




@DoloresTosta

jueves, 9 de febrero de 2012

¿Clase política? ¿Mexicana?

Para empezar desde mi tiempo la política ha sido como un gran tablero de ajedrez, y o muy sabia ó equívocamente supe mover mis piezas conforme mi conveniencia por tener poder me lo permitían.
Pasé de ser realista a un insurgente junto con Iturbide y pudimos  así consumar la Intendencia de la Nueva España, después usaría la misma táctica para derrocar a Iturbide y fundar una República y así pasaría de un bando a otro, pasando de ser republicano, liberal, conservador hasta llegar a ser un “dictador perpetúo”. En todo este cambio de posturas políticas, lo único que no se movían eran los grupos de poder que siempre rodearon al  Congreso y a la silla presidencial, ya sean liberales ó conservadores usaban personajes como mi persona para poder beneficiarse de las mieles del poder.
Grupos de pode le llamaría a ese tipo de arpías! Clase? Jamás la tuvieron, la clase se obtiene con educación y formalidad,  me llamaron una y otra vez para poner en orden sus intereses sobre los del bien común, los del pueblo, por los que según mucho hemos luchado, pero en todo Plan promulgado, en cada invasión extranjera, llevamos el sello de nuestros intereses en el nombre de México, ó de la República decíamos, si venimos arrastrando las viejas mañas del Virreinato y las hicimos muy nuestras.
Entre gitanos no se leen las cartas dicen, pues es muy cierto, porque a ningún político se le juzgó y se le fusiló, sólo al pobre de Iturbide que se le ocurrió regresar, pero de ahí en fuera, el exilio fue su mejor arma para deshacerse de uno, pero cuando no podían, me sentaban otra vez en la tan apreciada silla del poder, ¿Les suena familiar mis actuales mexicanos? Siguen sin juzgar a nadie porque los grupos de poder los tienen muy adormilados por no decirles otras palabras, esperan traer a un régimen de 70 años en el poder, como lo hicieron conmigo once veces. Eso pasa por no tener memoria histórica, lo ese estado vigilando del más allá y poco han logrado en quitarse el yugo de su paternidad con el gobierno, han dejado mancillar su voluntad, decisión  y peor aún, dejar el destino de toda una nación en un grupo de buitres, qué solo buscan pasar de cargo en cargo sin importar sus afiliaciones políticas y con ello me estoy mordiendo la lengua, y cómo no lo voy a hacer, si es uno de los males que les he heredado. Pero no fui sólo, ya que siempre tras de mí y de otros presidentes de mi tiempo estuvieron rodeados de los mismo buitres que un día te apoyan y al otro día te mandan al exilio.
Es por eso que pregunto: ¿clase política? Si es esto cierto, ¿Ustedes a qué clase de mexicano pertenecen? ¿A los quejosos que nada les parece y sus cargas de fusil no pasan más que de palabras y berrinches?  Ó  de los que espera que un “salvador”, “mesías” llegue a salvar a la tan dolida y sufrida patria que por tanto ha pasado durante 200 años, según ustedes.
Les puedo decir que desde que el cura Hidalgo se promulgó en contra de Fernando VII, hasta lo que apoyaron a Iturbide y Guerrero para consumar la Independencia, los que siempre salieron sobrando, fueron ustedes como sociedad, sólo han sido moneda de cambio, los hemos usado como para apoyar nuestros intereses, cuidarnos las espaldas de nuestras fortunas, aunque siendo jóvenes los Santa Anna, Juárez, Díaz tuvimos “buenas intenciones”, el pasar de los años hacia la madurez, lo que más nos sedujo y ya no quisimos soltar fue el “cetro del poder”. Y aunque la en la primer mitad del siglo XIX fue un pleito de “ideales”, no se dejaba de pensar en lo que favorece el tener poder y el gobernar a un pueblo tan fácil de manipular, gracias a que se han creído todas nuestras falsas promesas y son muy fáciles de echárselos a la bolsa.
Pero hoy en día en diferente, veo que el mismo pleito de verduleras en el Congreso sigue en las mismas, pero a diferencia que no necesitan de un golpe de Estado como lo teníamos como deporte nacional en mi tiempo y que yo era uno de sus más afamados practicantes. En su México parece que las víboras ya se acostumbraron a convivir y ya no se muerden entre ellas, y parece que sólo el “pleito” entre azules, tricolores y amarillos es parte de una pantomima barata de la cual han comprado su permanencia y no sé hasta cuantas presentaciones van a dejar que siga la gran obra de la farsa política mexicana. Parece que les gusta esta obra que los hace llorar, enojarse y a la vez enamorarse perdida y erróneamente de sus actores, esta obra ha dejado de presentarse en las butacas del gran “Teatro Santa Anna”, ó “en Bellas Artes”, esta obra tiene como escenario de la pasividad del México actual y sus principales protagonistas al gobierno mexicano y su eterno coestelar  la damisela sufrida de la sociedad mexicana, ¿hasta cuándo? ¿Clase? Ambos no tienen clase.
                                                                                                                                                                                     S.A.S.